Hagamos un ejercicio. Elige un punto a más de dos metros de distancia de tus ojo y a la misma altura. Concéntrate mucho durante dos minutos, no pierdas el enfoque, ni un ápice.
Ahora intenta recordar cada una de las sensaciones experimentadas durante el ejercicio. ¿Conseguías fijar los ojos o se escapaban del punto?, ¿Cómo se comportaba tu respiración?, ¿Tenías pensamientos espontáneos?.
Para muchas personas no es sencillo conseguir mantener una atención plena y la dispersión aparece fácilmente. Es evidente que nuestro modo de vida actual nos condiciona a una sobresaturación de estímulos exógenos. Éstos estímulos son a su vez generadores de una sobrecarga mental que produce una incesante reverberación, impidiendo así despejar la cabeza y el espíritu.
Por el hecho de elegir vivir en la distracción constante nos impedimos a nosotros mismos el poder realizar una escucha interna. Sólo parándote en el sitio un instante y haciendo una auto observación de parámetros vitales como la respiración tenemos la capacidad de recentarnos, bajando así esa reverberación y aparente velocidad que nos rodea.
Las hormetinas o estímulos que proponemos en Escuela de Hormesis están diseñados para conseguir que tu atención te lleve a situarte en “el ojo del huracán”. Cuando el estímulo es demasiado intenso corres el riesgo de salir disparado como el techo de un establo, quedar traumatizado, y querer salir corriendo de allí para no volver nunca. Pero en su dosis adecuada , y con determinación, podrás conseguir mantenerte girando en dirección centrípeta hasta aterrizar en la quietud y calma del epicentro, en el eje de giro, desde ese punto el enfoque cambia mucho.
El rechazo a la intensidad desbordante que supone llevar a tu cuerpo a sensaciones regularmente evitadas nos impide sentir con claridad que en medio de todo ese movimiento giratorio hay paz y calma. Sólo hay que tener la voluntad de mantener la atención en la experiencia y sensaciones corporales para darse cuenta.